Creo firmemente en que el camino de cada persona hacia Dios es único y personal. Por ende, mi experiencia es sólo eso, la experiencia de una persona que puede o no ser relevante para otros. La comparto con la esperanza de que sirva a otros en su camino hacia su verdad propia.
بسم الله الرحمن الرحيم Bismilahi rahmani rahim.
La primera vez que presté atención a la palabra Islam fue el 11 de septiembre de 2001, cuando ví incrédula por televisión cómo aviones se estrellaban contra las torres gemelas de Nueva York, y el noticiario me contaba que se trataba de un ataque terrorista de extremistas islámicos.
Poco después conseguí una traducción del Corán añ español y me dispuse a leerlo. Mi primera impresión fue de que se trataba de un libro lleno de advertencias y amenazas sobre lo terrible que es el infierno, con unas cuantas aleyas (el equivalente a los versículos) alarmantes, por decir lo menos, en donde claramente se pedía a los seguidores de Allah matar a «x» personas. No obstante, también encontré perlas de sabiduría, como en cualquier otra escritura sagrada.
Por ejemplo, según la traducción que leí en aquella ocasión (El Corán traducido por Joaquín García Bravo, doctor en filosofía y letras, de editorial Época), la sura 9:5, dice:
“Una vez expirados los meses sagrados, matad a los idólatras dondequiera que los halléis, hacedles prisioneros, sitiadles y asechadles; pero si se convierten, si observan la oración, si dan limosna, entonces dejadles tranquilos, pues Dios es indulgente y misericordioso”.
Otra traducción al español que consulté, del Ministerio de Asuntos Islámicos del Reino de Arabia Saudita, decía algo muy similar: “Y cuando hayan pasado los meses inviolables, matad a los asociadores donde quiera que los halléis. Capturadlos, sitiadlos y tendedles toda clase de emboscadas; pero si se retractan, establecen el salat y entregan el zakat, dejad que sigan su camino”.
Sobra decir que este texto, por citar sólo un ejemplo, me pareció escandaloso. Así que acudí en busca de ayuda a uno de los pocos imam (figura similar al sacerdote en la tradición cristiana) que existían en México, un inglés converso que había abrazado el Islam y se había graduado en estudios islámicos de una Universidad de Arabia Saudita.
Me dio una serie de explicaciones sobre que todas las palabras contenidas en el Corán que pedían matar a alguien más habían sido reveladas en periodos de la historia en los que la comunidad de musulmanes (Ummah) se encontraba en peligro, y este “permiso de Dios para matar” había sido concedido para defenderse de los constantes ataques y traiciones sufridos por los integrantes de la Ummah a manos de no creyentes.
Este imam, aunque muy conocedor del tema y amable con su tiempo – me concedió una entrevista de casi tres horas – resultó no ser una persona honorable, ya que al ofrecerme llevarme en su coche al lugar en el que me esperaba mi marido y mis hijos, intentó seducirme. ¿Quién es culpable de esa debilidad de él (y quizá mía también)? ¿El Islam? ¿Dios? ¿El diablo? ¿La naturaleza humana?
La respuesta islámica a esta cuestión sería: “Esa es la razón por la que dos personas de sexos opuestos que no son familia o están casados, no deben estar juntos solos”. No es que todos los seres humanos no podamos controlar nuestros instintos sexuales. Naturalmente en el “mundo civilizado” las personas conviven entre sí con respeto aunque se atraigan.
“Claro, pero por eso hay tantas violaciones”, diría algún creyente del Islam. «Porque las mujeres andan por allí vestidas indecentemente y caminando solas, incitando a los hombres”… (hombres que, por cierto, deberían seguir el consejo de Allah de bajar su vista ante cualquier tentación).
Algún occidental ateo respondería: “Pero, ¿acaso la responsabilidad de que un hombre se comporte como un caballero reside en la mujer?” Además, que no el profeta Mahoma se casó con Aisha cuando aún era una niña…
El debate sería interminable, y quizá irrelevante en este momento, así que volvamos a la explicación de esa aleya que me había dejado azorada. La mejor respuesta, la encontré diez años después en la traducción del Corán al inglés del turco Ali Ünal:
Resulta que estas revelaciones tuvieron lugar durante el periodo en el que la Ummah vivía en Medina, la ciudad a la que habían tenido que exiliarse para consolidarse como grupo religioso y poder practicar su fe libremente, contraria al politeísmo prevaleciente por entonces en La Meca, la ciudad que tuvieron que abandonar debido a las amenazas de los comerciantes que se beneficiaban de los peregrinajes de los politeístas a visitar a los “ídolos”.
La Surat al-Tawbah fue revelada en el noveno año de la Héjira, y fue un ultimátum a ciertos politeístas en Arabia Saudita. Reevalúa las relaciones con ellos, que violaban frecuentemente los acuerdos contraídos.
Lo importante aquí es que no se trata de una orden de matar indiscriminadamente a todo no creyente en todo momento de la historia, como interpretan los violentos que entienden al Islam desde el odio, como todos los terroristas que matan en el nombre de Dios en Medio Oriente (al Qaeda y todos los que se hacen llamar “yihadistas”, aunque también en Occidente hay quienes matan en nombre de la religión: neoconservadores cristianos de Estados Unidos y sionistas en Israel).
Se trata de una revelación que permite a la comunidad de musulmanes defenderse en un periodo específico de la historia de la Península Arábiga.
LA PALABRA
En todo caso, no fue sino hasta que escuché el adhan (el llamado a la oración) por primera vez
y el Sagrado Corán en la voz del recitador Saad al Ghamdi, que mi corazón se derritió ante la belleza de esos sonidos.
No sabía lo que significaban las palabras, pero sí sabía que ese era un sonido diseñado específicamente para tocar el corazón de los humanos. Empecé a escucharlo regularmente mientras trabajaba como traductora en una agencia internacional de noticias financieras.
N.
La energía del sonido de esas palabras atrajo hacia mi vida a un musulmán, un mexicano hijo adoptivo de una mujer de Dubai que se crió en un internado en los Altos del Golán, entre Líbano y Siria. Tenía tanta curiosidad por experimentar el Islam de primera mano que para mí este hombre, al que encontré en el Hookah Lounge de la Condesa, fue una ventana al Islam que resultó ser un regalo de Allah en más de un sentido, y un enviado directo del Iblis en otros. Ya explicaré más adelante.
Por entonces yo había recién descubierto la danza árabe, y era de las pocas bailarinas que tenían trajes exóticos auténticos para bailar. Así que en una visita al lugar, en Campeche 284, los dueños se dieron cuenta de quién era (y N. también, pues fue él quien me invitó a pararme a bailar ante el público, animándome con sus palmas) y acabé bailando para el Hookah Lounge cada fin de semana durante una breve temporada.
Fue así como conocí a N., quien ejercía sobre mí un magnetismo que hasta entonces desconocía. Desde la primera vez que hubo intimidad me atrapó, y quedamos engarzados él uno con el otro por un año en un amor de una profundidad que no habíamos experimentando antes ni él ni yo, pese a nuestra ya muy larga carrera sentimental.
Lo relevante de esta mágica y agridulce experiencia fue que yo vi rezar a un hombre a Allah por primera vez, y dentro de mí surgió un deseo de rezar a su lado para agradecer a Dios por habernos juntado, y también para hacerlo sentir más cerca aquí en México de su lejana cultura.
Con él aprendí a comportarme como dama, como reina, en lugar de cómo una Occidental ofrecida desesperada por encontrar sexo. Me abrazaba en todo momento, cuando estábamos acompañados de amigos me componía versos en el acto sobre sus sentimientos hacia mí, me traía siempre de la mano y no dejaba de besarme, a veces con ternura, otras con pasión. Y en la intimidad, no me soltaba ni un segundo de la noche al dormir… Firdawz… astagfirullah, no es mi intención ofender a Allah sino, más bien, rendirle tributo a lo perfecta que concibió la unión entre mujer y hombre cuando el amor es auténtico.
Yo, después de ser una feminista radical, acabé cocinándole después de mi jornada de trabajo, y él, que siempre había sido un macho consentido, lavando platos. Por supuesto que en este primer acercamiento con el Islam yo dejé de bailar danza árabe en público y cambié mi forma de vestir para eliminar los escotes, la ropa entallada y las faldas cortas de mi ropa, para complacerlo a él pero también para darme la oportunidad de vivir siguiendo ciertas reglas del sistema islámico sobre las cuales hablaré más adelante.
Al final esa relación no prosperó por varios motivos, entre ellos que yo era su tercera esposa. Sí señor, no lo compartía con una sino con dos más (los musulmanes, bajo ciertas circunstancias, pueden tener hasta cuatro esposas). Dos de nosotras sabíamos sobre la existencia de las 3, pero una de ellas no, y por eso decidí terminar la relación con él, porque no me parecía justo que su esposa siria y yo sí tuviéramos que comernos el paquetito y doña estadounidense, no.
Después, pasado el tiempo lo entendí. Ella era la única que sabía sobre su paradero, y por entonces la policía de Estados Unidos lo buscaba por fraude fiscal. Al final estuvo en la cárcel una breve temporada y regresó a Dubai. Su mamá pagó la fianza.
N. rezaba cuatro veces al día (la de la mañana le daba flojera), y aunque fumaba marihuana, no tomaba alcohol. Cumplía con sus compromisos, como buen musulmán, pero explotaba en cólera con facilidad. Al final yo descubrí que debajo de toda esa máscara agresiva había un corazón palpitante y frágil que lo único que necesitaba era amor sincero.
ESPAÑA, MARRUECOS, EGIPTO
Pasó el tiempo y me mudé a Madrid, transferida por la empresa para la que trabajaba en esa época como editora del servicio de noticias en español. Para entonces ya había escrito mi investigación sobre la Yihad, un proyecto en el que trabajé durante diez años resultado de aquella primera curiosidad por el Islam con la que abrí este relato. (En 5,200 palabras abordé el tema sobre el terrorismo en nombre del Islam. Para quien guste leerlo: https://unmundodeluz.wordpress.com/2012/02/29/la-yihad-islamica-mitos-y-realidades/).
Fue la cercanía con Marruecos, y mi matrimonio con un español que terminó convirtiéndose al Islam a través de mí los que me llevaron a tomar mi segundo paso en dirección hacia el Islam. En Madrid empecé a estudiar árabe formalmente en una escuela (en México ya había estudiado con un profesor egipcio musulmán) y fue gracias a este hecho que pude apreciar mejor la belleza y perfección del Sagrado Corán.
Esas palabras, dispuestas de esa manera tan atractiva para el oído, con una perfección gramatical y poética notable y, encima, de una belleza indiscutible a la vista en términos caligráficos, no podían más que provenir de una fuente divina.
No obstante, pese a que en mi camino me encontré con hermanos que irradiaban luz de sus ojos, probablemente de la paz que les daba el Islam, también leía en las noticias sobre atrocidades perpetradas por musulmanes que malentendían el Islam y mataban en su nombre, o echaban ácido a la cara de chiquillas por ir a la escuela, o casaban a niñas menores de edad con viejos, o mutilaban los genitales de las chicas cercenándoles el clítoris a temprana edad quizá más por tradición que por religión, etc., etc.
Para mis adentros pensaba que quizá algo andaba mal con el sistema islámico, que permitía la coexistencia de interpretaciones tan divergentes en cuanto a este tipo de crueldad con al mujer. En todo caso… «Allah extravía a quien quiere y guía a quien quiere«. (14:4-5).
Fui yo quien, pese a no ser musulmana por entonces, le enseñó Al Fatiha, la primera sura del Corán, a este español que acabó convirtiéndose al Islam. Él y yo nos conocimos a través de mi entrada de blog sobre la Yihad a la que hice referencia anteriormente.
Con él viajé a Marruecos, en donde pude ver el Islam más de cerca. La mayoría de los taxistas intentaron estafarnos, algo anti-islámico, pero uno que evidentemente era buen musulmán – puesto que traía su alfombra del rezo en su mismo taxi y su rosario – nos cobró sólo lo justo.
Para mí como mujer occidental y entonces no musulmana la entrada estuvo vedada a todas las mezquitas. Pero pude ver a los hombres rezar desde lejos. En una zagüía (ermita en la que se encuentra la tumba de un «santo») de Marrakech, un grupo de hombres recitando el Corán de una forma oscura y vestidos de negro nos miró a mi entonces marido y a mí con recelo cuando entramos. Sobre mis pies y sin mediar advertencia, uno de ellos derramó agua, como para limpiar la impureza que profanaba su espacio, supongo. Visité lindísimos lugares, no obstante, como la madrasa de ben Ali (en la foto) y el museo de Marrakech.
En Marruecos un taxista me confundió con puta de hotel pese a que iba vestida modestamente, sólo porque era yo quien me dirigía a él en árabe y francés en lugar de ser mi marido el que le diera las instrucciones para llegar a nuestro hotel. El pobre tonto nunca entendió que el español al que yo acompañaba era mi marido, no mi cliente ¡ja, ja!
En Egipto el trato que me dieron en la mezquita fue bastante menos agresivo y algo más respetuoso. Me hicieron cubrirme con una abaya (pese a que yo venía suficientemente cubierta y hasta con velo), pero pude recorrer Al Azhar tranquilamente. Incluso un vigilante se prestó un poco a regañadientes a hacerme algunas fotos y pagando un pequeño bakshish pude subir a uno de los minaretes a contemplar la vista de El Cairo).
No sentí una especial espiritualidad en esa mezquita, pero sí vi gente tranquila tumbada en sus pasillos leyendo y hermanas aprendiendo a recitar el Corán. En otra mezquita cercana pude observar cómo las mujeres en su espacio oraban, comían, hablaban, leían, amantaban y rezaban frente a la tumba donde supuestamente estaba la cabeza de Hussein (creencia que luego me desmitificaron).
En España vi parejas de musulmanes jóvenes paseando por El Retiro, mujeres veladas en Lavapiés, tiendas en las que El Corán suena día y noche, varias carnicerías halal y entré a la mezquita de la M-30. Aunque no muy bienvenida, pude recorrerla sin problemas exceptuando la zona del rezo.
Mi «conversión» al Islam fue en México. No hubo testigos ni shahada. Simplemente un día decidí que era hora de empezar a agradecerle a Dios por las muchas bendiciones que siempre me había prodigado, y dado que mi corazón estaba conquistado por el Islam (pese a que mi cerebro racional se negaba a aceptar semejante disparate), decidí empezar a rezarle a Allah de la forma que nos enseñó el profeta Mahoma (saws).
TURQUÍA
Fue en Turquía, muchos años después, que tuve la bendición de rezar por primera vez como musulmana en un templo islámico, en la mezquita Huseyin Aga, alhamdullilah. La realicé en solitario y me sentí muy honrada de poder rezar ahí como musulmana, esperando que Allah me aceptara como su hija (servidora, diría mi ex marido, el turco. Allah tiene en nosotros servidores, no hijos).
Yo, como mamá, ¿cómo podría definir mejor el concepto de Allah sino a través de la compasión de madre como prueba de una milésima parte de su esencia?
En la mezquita de Süleimaniye, diseñada por el arquitecto del Imperio Otomano Sinan y en donde realizé mi primera oración comunitaria, tuve una experiencia un poco agridulce. Un puñado de hermanas musulmanas se apresuraron a acercarme una falda larga para que me la pusiera encima de la ropa… venía cubierta con un abrigo negro hasta la rodilla, pantalones negros holgados y velo, ¡por Dios! ¿Tan indigna me considera Allah de presentarme ante él que tengo necesariamente que cubrirme con 2 metros de tela más para poder rezarle?
No obstante, fue para mí muy emocionante poder pasar el último día del año rezando en ese lugar con mi segundo marido musulmán, que me había llevado a Estambul a presentarme a su familia y para una noche de hennah en mi honor organizada por su familia.
EL VELO EN EL ISLAM
El Corán insta a las musulmanas a cubrir lo que es evidente. P U N T O. Esto es lo que dice textualmente el Corán:
24:31. “Y di a las creyentes que bajen la mirada y guarden sus partes privadas, y que no muestren sus atractivos a excepción de los que sean externos, y que se dejen caer el tocado sobre el escote y no muestren sus atractivos excepto a sus maridos, padres, padres de sus maridos, hijos, hijos de sus maridos, hermanos, hijos de sus hermanos, hijos de sus hermanas, sus mujeres, los esclavos que posean, los hombres subordinados carentes de instinto sexual o los niños a los que aún no se les haya desvelado la desnudez de la mujer. Y que al andar no pisen golpeando los pies para que no se reconozcan los adornos que lleven escondidos”. (Es decir, las ajorcas que las mujeres llevaban en los pies y que algunas hacía sonar para atraer a los hombres).
Si tengo a los hermanos musulmanes frente a mí a más de 200 metros de distancia, y estoy rodeada sólo de mujeres creyentes, disponiéndonos todos a rezar como musulmanes, de verdad me parece exagerado quererme cubrir aún más. Me sentía lo suficientemente cubierta para rezar con mi modesto abrigo negro a la rodilla y pantalones. De cualquier forma, agradezco su intención, puesto que también me acercaron una alfombrilla de rezo, no sé si para que rezara en un lugar aún más limpio o por qué, pero fue una atención que me prodigaron por alguna razón.
Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que la belleza arquitectónica, estética y acústica de las mezquitas de Estambul me impresionó muy gratamente. Son lugares verdaderamente hermosos que, al menos a mí, me situaron en una predisposición espiritual positiva.
Me hubiera gustado poder tener a los hermanos musulmanes más cerca de nosotras, entre ellos mi marido, y haber podido ver al imam hablar. Pero como mujeres, en Turquía al parecer es suficiente con escuchar al imam a través de una bocina. El espacio entre el suelo y el techo en las mezquitas sí te hace sentir una dimensión de la grandeza de Allah, Allahu Akbar.
Colección de fotos del interior de mezquitas de Turquía: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10150570596414881.389522.672979880&type=3
No obstante, yo encuentro a Allah también en otros lados, en todos lados, diría yo. Me admiro cada vez ante la belleza y perfección de su creación cuando contemplo los muchos paisajes hermosos que nos regaló para disfrutar en la naturaleza de este planeta. Algunos dicen que este mundo es una recreación en pequeño del concepto superior del Paraíso… coincido.
Fue en Turquía, en una ciudad cercana a la frontera con Siria, en donde tuve la oportunidad de vivir de primera mano la interpretación kurda del Islam, además de visitar fantásticas mezquitas y lugares santos: Sanliurfa.
Al saber que había viajeros extranjeros en la ciudad, una familia nos invitó a cenar a mi marido y a mí junto con los hermanos que amablemente nos hospedaron en esa visita en su casa. Las mujeres, todas, nos sentamos en un salón y los hombres en otro. En ningún momento se mezclaron personas de géneros distintos excepto cuando la señora de la casa sirvió a los invitados.
Las mujeres nos limitábamos a sonreírnos las unas a las otras y la conversación se centró en lo virtuosas desde el punto de vista religioso que eran las hijas de la anfitriona. Nos sirvieron de comer abundantemente y comimos todas en el piso, sobre un mantel de plástico, y con las manos. Al despedirnos, me regalaron un velo.
En esta velada, pude hablar más con la esposa del amigo de mi entonces marido turco, una estadounidense conversa, sobre cómo había sido capaz de adaptarse a una sociedad así de distinta a la suya.
Ella tenía su propia historia, ya era religiosa incluso antes de convertirse al Islam, pero debo decir que es una de las mujeres más instruidas en el Islam que he conocido, y también una de las más valientes, porque fue capaz de abrazar el Islam con todas sus reglas. ¡Mashallah!
Yo no fui capaz, las alas que Allah me dio las sentí muchas veces demasiado grandes como para caber dentro de la jaula/límite que representan esas reglas. Por otro lado, mi espíritu es en ciertos aspectos débil. No me siento capaz de ayunar todos los días durante todo el tiempo que el sol esté en el cielo en el mes sagrado del Ramadán. ¡Astagfirullah!
En una conversación con esa musulmana conversa estadounidense casada con un turco kurdo coincidí en el sentido de que el profeta Mahoma (la paz sea con él) fue capaz de transformar en menos de 30 años a una sociedad bárbara que enterraba vivas a las niñas en el desierto al nacer por el sólo hecho de ser hembras en una de las sociedades más ordenadas y refinadas de la época que logró enormes progresos en todas las ciencias, como la astronomía, y las artes, como las que se desarrollaron durante el Imperio Islámico y alcanzaron su esplendor en sociedades como Al Andalus y el Imperio Otomano.
Una vez le pregunté a ese hermano que nos recibió en Sanliurfa, una persona a quien el Islam había salvado de tomar una senda violenta, si él creía que la madre Teresa de Calculta (una “santa” católica que ayudó a niños e indigentes en la India el siglo pasado), iría al cielo o al infierno por sus obras en esta Tierra pese a ser una “asociadora”, (ya que como cristiana, creía en el concepto de Dios como trinidad: dios padre, dios hijo y dios espíritu santo).
Él me respondió que no era capaz de responder una pregunta así, que en esta vida sólo podíamos estar temerosos cada día de Allah y esperar que en su infinita misericordia nuestros actos le complacieran para poder permitirnos la entrada al Paraíso cuando llegue el momento.
En esta etapa de mi relación con el Islam tuve la oportunidad de volver a vivirlo desde adentro, ya que Allah decidió poner en mi camino a un turco musulmán estudioso de las ideas del pensador y erudito del Islam Fetüllah Gülen que se casó conmigo.
Este hombre rezaba cinco veces al día, no solo lo prescrito sino también lo recomendado, por lo que dedicaba al menos cuatro horas efectivas de su día a rezar, repetir los nombres de Allah, leer libros religiosos o escuchar charlas sobre Islam del Sr. Gülen… En él ví mucha dedicación a la religión, al entendimiento de Dios desde el lado conceptual, quizá, pero poca espiritualidad.
Por ejemplo, le parecía importante cerciorarse de que la catsup que le echaba a sus papas no contuviera vinagre de alcohol, pero no le parecía importante dar limosna a un pobre que se acercaba.
Le agradezco que me haya enseñado a rezar bien y a utilizar el rosario islámico y que, gracias a sus sugerencias, memoricé cuatro suras del Corán más. No obstante, fue el quien casi ahogó mi fe con su interpretación estricta de las reglas islámicas. Juzgando constantemente mi conducta, me hizo sentir indigna de Allah. Decía una amiga mía, musulmana mexicana sufi: «esas neurosis religiosas no llevan a nada bueno».
Ese mismo ex marido turco musulmán me dijo un día: «Si crees que una mujer puede dirigir la oración, sería mejor que abandonaras el Islam»… ¡Astagfirullah! menuda soberbia… ¿Quién le dijo que él tiene el monopolio del entendimiento absoluto e indiscutible sobre Dios, la naturaleza divina y lo que espera de nosotros?
Y no es que yo aspirara a dirigir la oración en medio de una mezquita un viernes…. Lo que ocurrió fue que un día en el que él y yo nos disponíamos a rezar solos en una habitación, me dijo que era mejor que ese día no rezara con él porque le estaba sangrando la nariz, y entonces su estado era impuro. Yo, ilusa, me ofrecí a dirigir la oración para los dos. Él me respondió que nunca, bajo ninguna circunstancia, un hombre podía rezar atrás de una mujer.
Sobre por qué las mujeres no podemos dirigir el rezo hay también un montón de literatura. Baste con decir que una vez, en el año 2005, la musulmana Amina Wadud, profesora de estudios islámicos en la Universidad Commonwealth de Virginia, dirigió una oración del viernes a la que asistieron más de 100 hombres y mujeres musulmanes. El rezo tuvo lugar en una Iglesia Anglicana en Nueva York, porque las mezquitas se negaron a ser sede del evento.
Sin embargo, ya en el año 677, Ghazala al-Haruriyya había dirigido a guerreros varones en una oración islámica, además de que llevó a sus tropas a la victoria. Hafsah y Umm Salamah, junto con Aisha, memorizaron el Corán como esposas del profeta. Thumal the Qaharaman, una mujer musulmana abásida, fue nombrada qadi en el siglo IX, Rubiya bint Muawidh era una gran narradora de hadiths, Amrah bint Abdur Rahman fue jurista, mufti y especialista en hadiths, entre otros ejemplos.
No obstante, parece existir un consenso alrededor de que la mujer no puede dirigir la oración, un hombre no puede rezar atrás de una mujer. P-u-n-t-o. ¿Por qué? La explicación es casi risible:
“Porque los hombres, debido a su naturaleza, pueden distraerse si tienen una mujer frente a ellos, y fijarse en su trasero en lugar del rezo…” ¡Por Dios!, ¿ni en un rezo puede un hombre comportarse y ver a la mujer como un ser humano nada más?, ¿necesariamente tiene que verla como una tentación andante?
Dice el jeque de la mezquita de Al Azhar en El Cairo, Sayed Tantawi: “No es propio que los hombres vean a la mujer cuyo cuerpo se encuentra frente a ellos”. ¡Astagfirullah! De verdad. Ya ni voy a ahondar en ello. No es necesario.
El tema de la mujer en el Islam es inagotable. De verdad. He aquí una probadita nomás:
LA MUJER EN EL ISLAM
Partamos de que la visión islámica de la mujer es de representar la base de las sociedades dada su condición del núcleo de la familia. Es la mujer quien se encarga de la tarea más importante: criar a los hijos dentro de la fe islámica, y su marido debe encargarse de traer el sustento a la familia. En el Islam teórico, por supuesto.
Su fragilidad, y en sí su fortaleza, queda en mi opinión bien descrita por el pensador turco Fetüllah Gülen en el artículo “La esencia de la mujer”.
https://unmundodeluz.wordpress.com/2012/11/20/la-esencia-de-la-mujer/
Sobre el tema de cubrirse con el velo (hiyab) o, en los casos más extremos, con guantes y una abaya negra de pies a cabeza que sólo deja parte de los ojos al descubierto como en Arabia Saudita, ya hablé en los capítulos anteriores.
El hadiz que dice que «el Paraíso está bajo los pies de una madre» es lo que se oye más comúnmente para demostrar cuán venerada es la mujer en el Islam. Sin embargo, también hay una interpretación distinta que reza: «ponte a los pies de tu madre y ahí encontrarás el Paraíso». (Sobre el tema, leer: http://muslimvilla.smfforfree.com/index.php?topic=2400.0).
No obstante, hay otros hadices menos favorecedores de la mujer. Por poner algunos ejemplos: el que dice que «las mujeres somos deficientes en inteligencia y religión», una regla islámica que nos pide a las mujeres compartir a nuestro marido con 3 mujeres más en ciertas circunstancias y la creencia de que las mujeres no podemos conducir la oración frente a una audiencia no femenina.
Para no tener que desarrollar ambos temas, optemos por el hadiz (dicho del profeta Mahoma) narrado por Abu Said Al-Khudri y contenido en el volumen 1, libro 6, número 301 del libro de hadices:
«Una vez el apóstol de Allah salió a Musalla (a ofrecer la oración) de Id-al-Adha o Al-Fitr. Pasó junto a unas mujeres y dijo: “¡Oh, mujeres! Den limosna, porque he visto que la mayoría de los habitantes del Infierno eran ustedes (refiriéndose al género femenino)”.
Ellas preguntaron: «¿por qué es así, apóstol de Allah?”.
Él respondió: “Maldicen con frecuencia y son ingratas con sus maridos. No he visto a nadie más deficiente en inteligencia y religión que ustedes. Un hombre sensato y cauto podría ser llevado a la perdición por algunas de ustedes”.
La mujer preguntó entonces: “Oh, Apóstol de Allah. ¿Qué es lo deficiente en nuestra inteligencia y religión?”.
Y él respondió: “¿que no es prueba que el testimonio de dos mujeres equivale al de un hombre?”.
Ellas contestaron afirmativamente, y él dijo: “Esta es la deficiencia en inteligencia».
«¿No es cierto que una mujer no puede ni rezar ni ayunar durante su menstruación?”.
Las mujeres respondieron afirmativamente. Entonces, él dijo: “esta es su deficiencia en religión”.
Para la explicación religiosa del tema hay innumerables respuestas. Una musulmana sufi mexicana conversa, estudiosa de ibn Arabi, me dijo que era ingenuo creer que los textos islámicos no hubieran sido manipulados con el paso del tiempo.
Para otra explicación, leer:
http://muslimhadith.blogspot.mx/2008/08/women-are-deficient-in-intelligence-and.html
No obstante, personalmente tengo una opinión sobre el tema, más que una opinión, un sentir: Todas las creaciones de Allah son perfectas, y en su perfección, Allah no habría creado a un ser defectuoso. En todo caso, no me siento inferior a un hombre ni en inteligencia ni en religión, y pedirme que lo haga sería ofender mi inteligencia. Punto 🙂
Por otro lado, como escribió un amigo musulmán mexicano Yusuf Isa Cuevas Cardona:
«La fuente del saber religioso del Islam es, desde luego, el Corán, que contiene muchos preceptos claramente religiosos (es decir, que tratan de la relación de los humanos con Allah). Pero también tiene muchos preceptos que hablan de las relaciones sociales como el matrimonio, el divorcio, las herencias, el comercio, etc. Desde luego, muchísimos asuntos de la vida cotidiana no se mencionan en el Corán. Entonces, la otra fuente del saber islámico lo constituyen los Hadiths, que son los dichos y hechos del Profeta, cuidadosamente recopilados y anotados. Sin embargo, luego de la muerte del Profeta vinieron muchas luchas internas por el poder. Cada grupo trataba de justificar su legitimidad diciendo que Mohamed había dicho esto o aquello, así que pronto comenzaron a circular un sinnúmero de patrañas. Cada nuevo califa trataba de justificarse inventando hadiths falsos. Con el paso de los años, estos inventos se hicieron abundantes. Entonces hubo estudiosos que se dedicaron a recopilar y a analizar cada hadit, revisando concienzudamente quién dijo qué cosa y a quién y luego trazando la línea de transmisión. Es decir, por ejemplo: “Esto lo dijo El Profeta a Aisha y lo escuchó Fulano, que se lo dijo a Mengano, que se lo contó a Perengano…” Estos estudiosos hicieron este trabajo hasta el siglo IX, o sea más de dos siglos después de ocurridos los hechos. ¿Se imaginan la cantidad de mentiras acumuladas en todos estos años? Entonces estos sabios clasificaron cada hadith como “Correcto”, “Bueno, correcto”, “Bueno”, “Dudoso” y “Falso”. De 60,000 hadits, sólo 7,000 alcanzaron la calificación entre “Correcto y “Dudoso”, que era la “mínima aprobatoria”, por así decirlo, para ser incluido en la recopilación».
Entre los hadiths dudosos se encuentra uno que se ha utilizado para justificar en algunos países la ablación femenina, es decir, cortar parte del clítoris o extirparlo en su totalidad.
Sobre el tema, cito nuevamente a Yusuf Isa:
«En el Corán no se hace ninguna mención que permita o prohíba esta práctica. Sin embargo, existe un hadith, clasificado como “dudoso”, que dice que Muhamed permitió a una mujer que se dedicaba a este tipo de operaciones a seguir con su profesión, siempre y cuando ‘no cortara mucho, pues cuando el corte es pequeño, la mujer tiene el rostro radiante y el marido está más contento'».
La realidad es que esta abominable práctica también tiene lugar en países africanos que no son mayoritariamente musulmanes y se debe más que nada a usos y costumbres locales. Si bien en Egipto algunas familias continúan mutilando a las niñas por razones religiosas, de ninguna manera eso quiere decir que sea una práctica generalizada del Islam. Es la excepción y no la regla, ya que la mayoría de los países de mayoría musulmana no lo practican.
Otro tema femenino es la mentada menstruación. Personalmente creo que un Dios que no permitiera que le rezara porque estoy menstruando, para agradecerle como todos los días sus muchas bendiciones, no sería un Dios al que valiera la pena rezarle.
Mi ex marido, el turco musulmán, decía que claro que podíamos rezarle, sólo que no de la forma usual en dirección a la Meca sobre una alfombra de rezo porque, dado que las mujeres sangramos algunos días al mes, no podemos conservar el wudu, el estado de pureza que se alcanza después de lavarse conforme a la tradición del profeta Mahoma para prepararse para rezar.
Podemos rezarle, sí, pero no postrarnos ante Él como el resto del mes, decía. Los judíos tampoco permiten a las mujeres menstruantes tocar la Torah, el libro sagrado del Judaísmo. Igualmente, los musulmanes tampoco permiten que los dedos de una mujer menstruante toquen la palabra de Allah escrita en árabe.
Yo, como mujer, me pregunto: ¿si Allah considerara mi menstruación impura, me habría condenado a pasar por ese periodo de impureza cada mes? En el Islam fueron tanto Adán como Eva los que hicieron que fueran expulsados del paraíso, a diferencia de la religión cristiana, que atribuye al mal juicio de Eva este pecado original de la humanidad (que tampoco comparto sinceramente).
Mi menstruación no es más que un óvulo que no fue fecundado. Un óvulo que venía en mi diseño original femenino, incluido en la provisión que Allah, tan generoso, me concedió directamente para acompañar al espíritu que insufló en el vientre de mi madre la semilla, el deseo y el amor de otro hombre, mi padre. De dos óvulos nacieron mi valiosa hija y mi valioso hijo. El milagro de la vida de Allah fluye en paralelo a mis fluidos. ¿Cómo podría entonces un fluido mío alejarme de Él?
Mi misma amiga musulmana sufí estudiosa de ibn Arabi me dijo que ella se lo tomaba como un descanso que Allah nos daba a las mujeres. «El hecho de que no debamos rezar en nuestro periodo es porque Dios sabe lo difícil que son esos días para nosotras, así que no quiere hacer nuestras vidas más difíciles». Linda explicación, pero no la comparto.
Otro tema polémico es el de la poligamia, que me llevó años digerirlo. Me metí a foros islámicos porque no podía creer que una religión tan hermosa como el Islam teórico hubiera podido concebir que en la naturaleza de la mujer está el compartir a su amado con otras mujeres, a las que también les haría el amor. ¡Por Dios! Eso era mucho pedir de mí, sentí en un principio.
Logré compartir a mi amado de ese entonces, N., porque comprendí que este permiso que Allah concedió a los hombres se dio en un periodo posterior a guerras en el que había pocos hombres y muchas mujeres necesitadas de alguien que les proveyera sustento y las amara físicamente como mujeres también. Entonces, ¿por qué no ser generosa y permitir que otras hermanas también tuvieran esto, si la hombría de tu pareja lo permitía?
Aquel hombre, N., era capaz de saciarnos sexualmente por lo menos a dos mujeres cada día, y durante el tiempo que tuvo que coexistir con ambas (cada una en su casa) intentó dividir su tiempo equitativamente: la mañana con su esposa siria mientras yo estaba en el trabajo y la tarde/noche conmigo. Ella venía de visita sólo un par de meses al año. A posteriori, creo que debía haberle concedido el privilegio de estar de tiempo completo con N., ya que, además, venía acompañada del hijo de ambos.
En todo caso, también me comí lo de las cuatro esposas porque pensé: “En Occidente los hombres también tienen más de una mujer, sólo que, a veces, una es la esposa y otra (u otras) las amantes “escondidas”, “la otra”… con la que sólo comparte placer mientras que su compromiso moral está con otra mujer, otro núcleo familiar… Esa película yo la viví en carne propia.
En ese caso, me parece más justo que si dos mujeres han de compartir al mismo hombre, ambas tengan reconocimiento legal, mutuo y ante la sociedad… Idealmente, yo creo que una pareja debería ser capaz de complementarse con exclusividad, es decir, sólo el uno con el otro, pero las mujeres envejecemos, y el ego de ciertos hombres sigue queriendo reforzar su virilidad mediante la posesión/conquista de cuerpos más jóvenes, aunque tampoco se atreven a soltar a su fiel compañera de años por la belleza de su espíritu… no sé, habría que preguntarle a los que tienen más de una mujer.
En todo caso el Islam establece que un hombre que tenga más de una mujer (y con un límite de cuatro) debe dedicar a todas el mismo tiempo, encargarse de ellas económicamente y mantenerlas satisfechas sexualmente. No obstante, actualmente la poligamia está prohibida en muchos países de mayoría musulmana, como Turquía.
Las mujeres, por el contrario, no podemos tener muchos maridos porque si nos embarazáramos, no sabríamos quién es el padre. Los hombres, en contraste, siempre sabrán que ellos son el padre si sus mujeres le son fieles.
En todo caso la aparición del Islam (alrededor del año 610 d.C), mejoró considerablemente la situación de la mujer, puesto que prohibió que se les matara al nacer, les permitió heredar, comparecer como testigos y se establecieron reglas para regular el trato hacia ellas. El mismo profeta Mahoma (saws) decía que el mejor entre los creyentes era quien trataba mejor a su mujer.
LA «PEDOFILIA» DEL PROFETA MAHOMA
Uno de los argumentos que se utilizan con mayor frecuencia para desprestigiar al Islam es el hecho de que el profeta Mahoma (saws) se casó con Aisha (hija de su compañero Abu Bakr) cuando aún era una niña.
Lo cierto es que el profeta Mahoma, antes de empezar a recibir la revelación del Corán, estuvo casado con una viuda adinerada 15 años mayor que él, Khadija, durante 25 años, hasta que ella murió. Y de todas las esposas que tuvo después de enviudar (un total de 11), sólo Aisha era joven, puesto que las demás eran mujeres mayores. Siendo así, ¿cómo podría decirse que el profeta era pedófilo? Si ese hubiera sido el caso, ¡habría tenido un harem de niñas, no de mujeres mayores y viudas! Más aún, muchos de sus matrimonios se celebraron para consolidar alianzas con distintas tribus, por cuestiones políticas más que sentimentales.
Existe un hadith en el que Aisha misma dice que el profeta (saws) se casó con ella a los seis años y que a los 9 años fue aceptada en su casa.
Sobre este hadith (sahih o verdadero) cito a Yusuf Isa:
«¿Por qué entonces existe ese hadith donde la mismísima Aisha afirma haber tenido nueve años en el momento de la consumación del matrimonio? Porque al califato abasida, que derrocó a los omeyas dos siglos después de la muerte de Muhamed, necesitaba legitimarse. ¿Cómo? Diciendo que Aisha había sido la única esposa virgen de Muhamed, por lo tanto, la única que le había sido asignada por Dios. Como los abasidas eran seguidores del grupo que en su momento fue comandado por Aisha, ésta era una manera de enfrentarse a los opositores que seguían a Fátima y sus hijos, los únicos descendientes directos del profeta y que por esta razón, reclamaban para sí el liderazgo del movimiento. La única manera de asegurar la virginidad de Aisha era reduciendo la edad en que supuestamente se consumó el matrimonio. Bukhari y Muslim hicieron sus recopilaciones cobijados precisamente por los abasidas. Luego entonces, había que incluir el mencionado hadith».
Existen divergencias en cuanto a la edad de Aisha al momento de casarse con el profeta. Algunos estudiosos dicen que tenía 14 o hasta 18 años. Lo triste es que en muchos países islámicos se casa a las niñas tan pronto empiezan a menstruar basándose en este hadith. Y algunas de ellas acaban muriendo por complicaciones en el parto, ya que evidentemente su cuerpo no está preparado para ello.
No obstante, como diría un amigo egipcio, en Occidente muchas niñas empiezan a tener relaciones a los 13 o 14 años, sólo que lo hacen con un jovencito que por lo general no se queda mucho tiempo en sus vidas. En ese caso, ¿qué no es preferible que las niñas pierdan la virginidad dentro del matrimonio, en donde tienen la garantía de que ese hombre se hará cargo de ellas por el resto de sus vidas?
Acepto que en Occidente esta doble moral nos lleva a escandalizarnos por el tema de Aisha, pero no nos escandalizan nuestras madres adolescentes, ni las niñas con el virus del papiloma humano por haber empezado una vida sexual promiscua a muy temprana edad.
DIVISIONES DENTRO DEL ISLAM
3:103: «Aférrense todos juntos a la cuerda de Allah, sin dividirse». (Sagrado Corán)
Como nueva musulmana me parecía inquietante ver tanta división en la Ummah.
No sólo estaban divididos en sunis, shias y sufis, sino que dentro de esas ramas, existen otras subdivisiones (salafis, wahabbis, ismailis, zaydis, hanafis, malikis, alawis, humbalis, deobandis, barelvis, etc.)
La verdad es que sólo Allah sabe mejor, y aunque el Profeta (saws) advirtió que la Ummah se dividiría en 73 sectas, ¿acaso no deberían los musulmanes intentar permanecer unidos como hermanos y hermanas, como la familia de creyentes que son?
Yo creo que en lugar de pelear sobre las distintas maneras de entender el Islam, los musulmanes podrían utilizar su poder unido para contrarrestar las fuerzas negativas en el planeta que llevan a la humanidad hacia la guerra, los vicios, la ira, la ambición desmedida, la lujuria y lo más triste de todo: la intolerancia entre musulmanes mismos, que ha llevado a algunos a matar hermanos por divergencias en las interpretaciones de las leyes del Islam o por venganza, como en los constantes atentados de suníes contra chiíes y viceversa en Irak. Cierto que el Islam permite ojo por ojo y vida por vida, pero también dice que es mejor perdonar.
Si Allah hubiera querido que todos nos viéramos y pensáramos igual, lo habría hecho, como diría Shams de Tabriz, el maestro espiritual de Rumi. Debemos tener en mente que nuestra diversidad es uno de sus signos**, así que ¿por qué no respetar nuestras diferencias en lugar de sentirnos los únicos poseedores de la verdad absoluta?
Lo único que realmente podemos hacer es centrarnos en nuestra propia práctica espiritual y la de nuestro círculo inmediato, ya que las familias son las células de las que está compuesta la Ummah. Sólo células sanas pueden traer paz a la Ummah, de la misma manera que sólo células sanas hacen al cuerpo funcionar correctamente.
El saludo islámico (as salamu alaikum) debería recordar a los musulmanes la importancia de la paz en el Islam.
** Y entre Sus signos está la creación de los cielos y de la tierra, la diversidad de vuestras lenguas y de vuestros colores. Ciertamente hay en ello signos para los que reflexionan. (30:22-23).
LA RELACIÓN ENTRE LA DANZA ÁRABE Y EL ISLAM
Partiendo de la base que una mujer no puede mostrar sus encantos a hombres que no pertenezcan a su familia por las razones que ya expuse en el capítulo sobre la mujer en el Islam, cómo podría no ser pecaminoso, entonces, que una mujer se mueva sensualmente frente a una audiencia mixta con un traje que muestra la mitad de sus senos, toda su cintura y vientre, la mayor parte de sus piernas y espalda, desnudas, al bailar.
Acepto, y reconozco sin reparo alguno, que la danza árabe es probablemente uno de los canales más sensuales que la mujer tiene a su alcance para expresarse. Puede demostrar todos y cada uno de los músculos del cuerpo que sabe mover, como serpiente, como torbellino de fuego, como agua, como aire, dibujando al mismo tiempo con su cadera movimientos circulares, ascendentes, descendentes, horizontales, verticales, infinitos en forma de ocho, vibraciones cortas y rápidas, ondulaciones lentas y profundas, espasmos en forma del andar de los camellos… en el pecho, círculos, rebotes, shimmies o movimientos cortos rápidos vibratorios de hombros que hacen a los senos moverse.
¿Cómo podría un hombre no volverse loco ante semejante despliegue de la sensualidad femenina?
En ese sentido, entiendo a mi pobre ex marido, el turco, que languidecía ante la posibilidad de pensar que otro hombre me viera en semejante condición. Ni siquiera por video en el YouTube podía concebir la idea de que otros me vieran. Tampoco en fotos en mi traje completo de bailarina de danza árabe.
Viendo la pasión, energía y alegría que esta danza interpretada por una mujer puede transmitir, un derbakista mexicano alumno de mi ex marido me dijo: “¿cómo se le puede pedir a una mujer capaz de hacer eso que deje de hacerlo, que no lo haga más?
Allah, rahmani como es, me regaló este inmenso, profundo y edificante amor por la danza árabe. Este no puede ser más que un regalo de él para mí y para todo el género femenino que ha tenido la fortuna de descubrir la energía y vibraciones que producen la danza árabe, el fuego de la percusión, el aire del nay, la melodía del qanun, la profunidad melancólica del oud… o, simplemente, la alegría festiva de Líbano.
«Sí, hay formas islámicas de poder practicar la danza árabe sin arruinar tu espíritu», diría mi ex marido el turco. Por ejemplo, bailando sólo para mujeres con un traje modesto, como hago en mis clases de belly dance sólo para mujeres.
Me encanta el escenario de mi salón de clases con mis alumnas, pero, ocasionalmente, también me gusta bailar para todos, sean hombres o mujeres. Mi vestido, considero yo, es modesto para lo que podría usar, de verdad.
Yo lo que se es que según el hadiz sahih Al-Bukhari 2:72, narrado por Aisha:
“Abu Bakr (uno de los compañeros más cercanos del profeta, padre de Aisha, la esposa predilecta y más joven del profeta Mahoma, la paz sea con él) vino a mi casa mientras dos jovencitas Ansari cantaban junto a mí las historias de Ansar sobre el día de Buath. Y no eran cantantes. Abu Bakr protestó y dijo: “¡Instrumentos musicales de Satán en la casa del apóstol de Allah!”. Ocurrió en un día de fiesta, y el apóstol de Allah dijo: “¡Oh Abu Bakr! Cada nación tiene su día de fiesta, y este es el nuestro”.
¿Acaso no puede el hombre (y la mujer) celebrar de vez en cuándo? Disfrutar con la alegría de la música, el ritmo y el baile.
¿Qué tanto se infringen las reglas de Allah por permitirle unos cuantos días al año a mi espíritu expresarse libremente por medio de la danza oriental?
En fin, que nos hemos desviado mucho del tema original, que es el Islam.
LAS CONCLUSIONES
Yo lo que sé, a estas alturas, quien no pueda ver a Dios en todos lados, no podrá verlo en ningún lado. Dios está en cada amanecer y en cada anochecer, en cada gota de lluvia que recibe nuestro planeta, en cada partícula contenida en los Océanos, en cada átomo de la creación, en cada célula de nuestro cuerpo. El universo entero está permeado por esta energía proveniente de la fuente original, primigenea, universal y eterna.
Reconozco muchas cosas positivas en el Islam, como el que un mes al año se dedique a la oración, la meditación y el control de los instintos como el hambre y el deseo sexual, que cinco veces al día los humanos hagamos una pausa para darle gracias a nuestro creador y conectar con nuestro lado espiritual, que todos (hombres y mujeres) debamos vestir modestamente para no llamar la atención de todos, indiscriminadamente, sino sólo de quien ha de ser nuestra pareja, que nuestro valor esté en nuestro ser interno (fitrah) y no en nuestra apariencia exterior, que no dañemos nuestro cuerpo con alcohol y otros intoxicantes, que compartamos nuestra riqueza con los pobres, etc.
Nunca fui capaz de abrazar el Islam con todas sus reglas, pero sin duda, fui capaz de reconocer que el Islam es uno de los caminos hacia Allah, y que sus sonidos (el Adhan, la recitación del Corán) conquistaron mi corazón a tal grado que me hacen sentir la certeza absoluta de que esas palabras son divinas, pese a que el budismo conquistó con su lógica mi cerebro racional. Con el tiempo dejé de rezar, porque decidí que no quería estar conectada a una religión involucrada con tanta violencia, y luego volví a rezar, y así he estado, yendo y viniendo del Islam, que al parecer que una vez que entra en tu vida, ya no te suelta…
Con respecto al budismo… Buda nunca dijo ser Dios, y cuando le preguntaron sobre la existencia de Dios, se limitó a decir que querer explicar eso era como tener una flecha clavada y antes de retirarla de nuestro cuerpo insistir en saber quién había disparado la flecha y desde qué dirección. En general el budismo me parece una filosofía de vida que verdaderamente ayuda a vivir con más paz, y encuentro muchas lecciones valiosas en ella, como el desapego, la compasión, la aceptación de la naturaleza impermanente del universo entero, la noción del karma, etc.
A muchas conclusiones han llegado los grandes pensadores post-islámicos, como ibn Arabi, un místico sufí, filósofo, poeta, viajero y sabio musulmán andalusí, probablemente la figura más influyente en la historia del misticismo islámico junto con Rumi, célebre poeta místico musulmán persa y erudito religioso que nació en 1207.
Sirvan, como ejemplo:
Del Corán, me quedo con estas perlas de sabiduría:
10:47 «Cada comunidad tiene un mensajero. Y una vez que su mensajero les llega, se decide entre ellos con ecuanimidad y no son tratados injustamente».
y 2:177 «La virtud no consiste en volver el rostro hacia Oriente u Occidente; el que tiene virtud es el que cree en Allah, en el último día, en los ángeles, en los libros y en los profetas, el que da de su riqueza, apesar del apego que siente por ella, a los parientes, huérfanos, necesitados, hijos del camino, mendigos y para liberar esclavos; el que establece el salat (reza) y entrega el zakat (limosna); el que es fiel a los compromisos cuando los contrae; el paciente en la adversidad y en la desgracia y en los momentos más duros de la lucha. Esos son los veraces y esos son los temerosos».
112:1 «Dí, Él es Allah, Uno. Allah, Allah, el eterno, el absoluto, no ha engendrado ni ha sido engendrado y no hay nada ni nadie que se le parezca».
El Bhagavad Gita, un texto sagrado hinduista escrito 1,000 años antes que el Corán, dice algo muy parecido:
11:43 «Eres el único creador de todos los mundos, de lo que se mueve y lo que no se mueve, sólo tú eres digno de adoración, eres el máximo maestro, en todos los mundos no hay nada semejante a tí«.
Corrompida o no como texto sagrado, en la Bilia este es mi versículo favorito para describir a Dios, que además contiene la lección de amor de Jesucristo:
1 Juan 4:12 «A Dios nunca lo ha visto nadie, pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor se hace realidad en nosotros».
Yo creo que el Día del Juicio Final Allah sopesará qué hicimos con nuestra vida en general, cómo tratamos a las personas que pasaron por nuestra vida, cómo fuimos como hijos, padres, madres, hermanos, amigos. Cuántas veces lo recordamos y agradecimos, qué acciones sembramos a lo largo de nuestra vida y la estela que dejamos a nuestro paso, a qué dedicamos la creatividad que nos regaló y cómo nos superamos como seres humanos. Me parece que eso es más importante que obsesionarse siguiendo las reglas al pie de la letra. Naturalmente, se trata sólo de una opinión personal.
Hola!!!
Todo este relato informativo, personal y social que nos has compartido me parece tremendamente interesante.
Creo que muchas personas nos hemos sentido como tu en más de una ocasión, cada una con su experiencia, sin embargo todo deviene en la necesidad que tenemos de estar cerca de D-os en cualquiera de sus múltiples formas.
Te admiro por ir en busca de tu necesidad, y aún más por elegir ser tu misma aunque eso no agrade a muchos, pero lo que más me ha gustado, es que (al igual que yo) reconoces la existencia de D-os en cada lugar e instante, y al menos yo he podido encontrarlo en cada día de mi vida incluso estando alejada de comunidades o de pensamientos que muchas veces caen en lo agresivo, y eso es lo que genera el odio entre razas.
Soy de Torreón, México y estudio y practico judaísmo.
Te deseo todo lo bueno, y siempre Shalom!
un beso!!
Jéssica Vázquez
Muchas gracias por tus palabras Jéssica. Saludos!
Hola
Wow! Me encantó tu texto, ingresé a tu página buscando clases de bellydance, y terminé aquí. Me llamó la atención el título por que eh estado teniendo un acercamiento al Islam, hace dos meses conocí a un musulman, lo peor (me dice mi razón) es que es por internet, y sinceramente me has aportado mucho, tus palabras han calmado parte de mi miedo y ansiedad. Soy Católica de nacimiento, creo en Dios y en el día del juicio final, pero no estoy de acuerdo en algunos aspectos de mi religión, así como me dan miedo algunos aspectos del Islam. Te leí en el momento indicado. Muchas gracias por haber escrito esto.
Espero poder asistir a tus clases pronto, ya que me quedas súper cerca de casa.
Bendiciones
Berenice Andrade
Me dará gusto tenerte en clase Berenice. Saludos!
Wow me he quedado con un enorme grado de aprendizaje con sus palabras desde lo profundo de su ser y su propia experiencia, muchísimas gracias por compartirlo, me quedo con hebras de pensamientos infinitos y muchas más ganas de seguir aprendiendo sobre esta cultura y otras más.
Espero pronto yo también poder asistir a clase, sería maravilloso ♥ ¡Saludos Giselle!
Gracias por tus palabras. Me encantaría que fueras mi alumna. Bienvenida! 🙂
¡Sorprendente! me he quedado con un enorme aprendizaje al leer sus palabras , pensamiento y experiencia. Muchísimas gracias por compartirlo, me quedo con hebras de pensamientos infinitos y muchas más ganas de seguir aprendiendo sobre esta cultura y otras más.
Espero pronto yo también poder asistir a clase, sería maravilloso ♥ ¡Saludos Giselle!
Hola me pareció muy interesante tu aportación sobre el Islam. Yo soy estudiante de Danza Árabe y realmente me ha sorprendido el descubrir que en el Islam somos consideradas poco menos que prostitutas.
Mi curiosidad por el Islam surgió a la par que crecía una amistad con un musulmán egipcio. El tiene 32 años y me contó lo difícil que es para ellos sobrellevar la castidad y esperar hasta el matrimonio para tener sexo.
Lo más inconcebible para mí, es el hecho de que no puedan entablar amistad con mujeres o tener un noviazgo como sucede en occidente. Alguna vez le pregunté cuál era la historia de sus padres, como se habían conocido. Él me dijo que no había historia, sus papás eran de la misma tribu y primos.
Me parece desolador que una persona no pueda ser amada( y no me refiero a lo sexual) por creencias religiosas y por no contar con el suficiente dinero para la.dote.
Quizá el Islam tenga conceptos bellos pero los musulmanes pagan precios muy altos añ cumplir con los mandatos.
También me dí cuenta que al igual que los cristianos, los musulmanes tienen su doble moral. Pues al ser orillados a no vivir una sexualidad sin restricciones buscan mujeres no musulmanas que les sirvan de válvulas de escape.
Son como los occidentales, les encantan las prostitutas pero nunca se casarían con una.
Yo ahora soy maestra, pero también soy freelance para medios de comunicación acá en México, realmente me gustaría conocer a una chica musulmana de nacimiento y que me compartiera sus sentimientos.
Seguiré leyendo tus post. Saludos
Me gusto el articulo hermana, aunque soy muy crítico con algunos detalles, como por ejemplo, el casamiento del Enviado (pbd) con Aisha sendo esta infante aún. Pero por esas cualidades que vi en tu articulo, creo que deberías introducirte en el Islam Yaafari o shia. Alli te complementarás absolutamente, y comprenderás de manera mas acabada el mismo articulo que publicaste. Assalamu alaikum
Muchísimas gracias por tanta sencillez, honda responsabilidad, sinceridad y amor.
He quedado maravillada.
No tengo palabras. Soy una » buscadora de la verdad, conocedora de la espiritualidad, Me he dedicado a la religión o al arte, sinceramente también, y siempre te estaré agradecida por estas maravillosas perlas del conocimiento que has encontrado en el fondo del océano de tu inmensa alma.