Por Thomas W. Lippman
(Traducción del artículo publicado el 4 de noviembre de 1977 en el periódico estadounidense The Washington Post)
Es medianoche bajo un estrellado cielo en el desierto. En el centro nocturno junto a la piscina de un hotel a la sombra de la gran pirámide de Keops, 200 comensales han terminado su comida y están esperando el entretenimiento.
Son los participantes, invitados y seguidores del Festival Internacional de Cine de El Cairo, y algunos otros que pueden pagar los US$55 que cuesta la cena de premiación, por lo que los organizadores quieren darles lo mejor. ¿Quién más sino Nagwa Fouad, la reina de la danza del vientre?
No hay una estrella más grande en el espectáculo egipcio, el más sofisticado en el mundo árabe fuera de Beirut antes de la guerra. Para esta ocasión se le pide que interrumpa sus vacaciones porque nadie más lo hará.
Con los pies descalzos, el cabello castaño rojizo, y una falda verde y dorada que revela sus poderosas piernas por una abertura, gira y se desplaza de un lugar a otro. Sus caderas ejecutan los movimientos tradicionales de la danza del vientre, pero los pasos y los ritmos están muy alejados de las caricaturas de Arabian Nights. Nagwa Fouad ha modernizado y occidentalizado la danza del vientre, desarrollando un estilo personal que sus detractores desprecian pero que los turistas y los aficionados a los espectáculos nocturnos parecen amar.
Ella es la principal bailarina en el club nocturno del Sheraton de El Cairo, el más caro de la ciudad y el patio de recreo para los ricos de Arabia Saudita y el Golfo Pérsico.
Según Rashad Mourad, directora de relaciones públicas del hotel: «Ella ha logrado una evolución del baile y tratamos de ponerla en un ambiente respetable. No se trata de que mueva el vientre para los borrachos o los que quieren coquetear con las mujeres De hecho, no nos gusta el título de “belly dancer”. Nosotros utilizamos el título de bailarina oriental. Belly dancer es para espectáculos baratos, de los que hay muchos en El Cairo, todos con bailarinas que aspiran a la prominente posición de Nagwa Fouad.
Por supuesto que hay quienes dicen que ya pasó su mejor momento, que ella tiene su puesto en el Sheraton porque se casó con el gerente general del hotel. Hay quienes dicen que ella era sólo otra bailarina mediocre hasta que una amante con influencia la convirtió en una estrella, los que la recuerdan cuando era una secretaria del presunto rey de los productores de cine porno de El Cairo.
Pero Fouad no tiene tiempo para escuchar todo eso – ella está demasiado ocupada bailando, coreografiando su acto, y ahora haciendo películas. Su más reciente, «Mil y un besos», se exhibe en el centro de El Cairo.
«Como bailarina tienes que retirarte a cierta edad», dijo. «He incorporado influencias europeas en mis danzas, son muy diferentes de las tradicionales, y quiero grabarlas para que la gente pueda verlo en el futuro».
En parte debido a su trabajo y en parte debido a Mahmoud Reda, coreógrafo de la compañía de danza folclórica patrocinada por el estado en el «Balloon Theater» de El Cairo, el baile egipcio ha cambiado más en dos décadas que en siglos. Esto horroriza a los puristas, pero Reda dice que es sólo un buen negocio del espectáculo.
«En el momento en que uno toma una danza popular y la pone en el escenario empieza a cambiar», dijo Reda. «Si quieres lo auténtico tienes que retroceder 50 años. En los pueblos, la danza tradicional era plana y repetitiva, pero es diferente en el escenario: el público paga entradas y no puedes repetir los mismos movimientos una y otra vez».
Bailar en los clubes nocturnos todavía no se considera una profesión respetable en la sociedad egipcia, preocupada por las clases. Una joven como Farida Fahmy, bailarina de la compañía de Reda, nunca trabajaría en los clubes porque es hija de un profesor universitario. «He recibido muchas ofertas y el dinero es mucho mejor, pero no puedo hacerlo», dijo.
Tampoco se sentaría en el regazo de Henry Kissinger como se dice que hizo Nagwa Fouad.
Pero Nagwa Fouad ha ido más allá de las insinuaciones que persiguen a las mujeres jóvenes que tratan de tener éxito en el negocio del entretenimiento. Ella lo consiguió: es una estrella con un nombre. Hay hombres egipcios que no permiten que sus esposas visiten su apartamento, pero ahora está bien ser visto hablando con ella en una fiesta.
Ella dice que «no es muy rica», y ha ocupado el mismo apartamento en El Cairo durante 17 años, pero vive como una reina según los estándares egipcios.
Ha sido un largo camino para Fouad, quien dice que tiene 36 años. Nació en Egipto, pero su madre era palestina, y vivió en Palestina antes de la creación de Israel. Dice que su familia llegó a Egipto como refugiados en 1948 y que aún recuerda la vida de pobreza que tuvo en un campo de refugiados cerca del Canal de Suez.
Para ella, el baile era una manera natural de ascender.
«Hay dos clases de bailarinas», dijo. «Las que nacen y las que aprenden a través de la práctica, yo soy del primer tipo, nací para bailar. Es una cosa rara, un regalo de Allah».
Y vaya que baila, dos espectáculos por noche en el Sheraton, en el set de filmación en el día, en espectáculos especiales y actuaciones a pedido. Entre una cosa y otra, hace sus coreografías, trabaja en su vestuario y elige su música. Eso la convierte en una de las personas que más trabajan en Egipto.
“Amo mi trabajo, ¿sabes? Un día que no bailo es como estar enferma. Soy una profesional”, dijo.
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