La noticia de separarse de un hijo es sin duda una de las más difíciles de asimilar. Sea por una separación o divorcio, por decisión propia del menor o de uno mismo, porque así lo determinó un juez o por circunstancias fortuitas de la vida, en ocasiones el sistema familiar se rompe porque ya no funciona.
Así me lo explicó la psicóloga que me ayudó a superar el momento. No me dio un consejo directo, sino que básicamente me dijo: «Así es, tus hijos se han ido. ¿Ahora tú qué quieres hacer con tu vida?«. También me explicó que el que mis hijos ya no vivieran conmigo no quería decir que ya no serían mis hijos, ni que ya no volvería a verlos nunca o que ya no me querían, sino que simplemente las cosas se estaban acomodando de una nueva manera.
Y así fue. Pasado el tiempo mi hija y yo seguimos siendo las mejores amigas y mi hijo, que fue padre a los 17 años, decidió vivir con su pareja en casa de mi ex marido, y es feliz. Como él vivió conmigo la mayor parte de su infancia era justo que su padre lo tuviera en esta nueva etapa de su vida.
La buena noticia es que yo también aprendí a ser feliz sin ellos, o, más bien dicho, sin ellos en casa.
La cuestión es que has sido mamá/papá tanto tiempo que ahora que ya no vives con tus hijos no sabes ni qué hacer con tu vida. Le dicen el síndrome del nido vacío. Te entran sentimientos de culpa, de arrepentimiento, te cuestionas si hiciste bien o no tu papel de padre/madre, te angustias por no saber cómo estarán tus seres más queridos lejos de ti. Quizá te da tristeza no poder disfrutar de su presencia todos los días, o quizá te sientas traicionado porque «tu les diste todo» y ellos «te pagaron así». Quizá lo que en realidad te preocupa es perder el control.
Así que con la esperanza de poder ayudar a otras personas que estén pasando por esta situación, aquí les comparto algunos consejos que me ayudaron a entender que el sistema familiar puede reacomodarse de tal forma que quizá acabe funcionando incluso mejor que antes.
Lo primero que debes hacer es pensar qué has querido hacer toda tu vida y que no has podido hacer por falta de tiempo. Busca algo que te apasione y dedícate a ello.
Un deporte, un nuevo idioma, arreglar tu coche, clases de danza, leer, aprender a hacer alguna manualidad, ir al gimnasio, hacer música, comprar y ver cine de arte, salir con tus amig@s… hay muchas opciones, trata de descubrir qué te divierte y disfruta tu libertad para hacerlo.
Perseguir tus propios intereses empezará por ayudarte a encontrarle un nuevo sentido a la vida y acabará por enriquecerte como persona.
Siendo tú más feliz, tienes más posibilidades de que las personas que te importan también estén bien alrededor de ti.
Para cuando empieces a dedicarle tiempo a tus nuevas actividades descubrirás simultáneamente que ya no tienes que dedicar tanto tiempo a ir al súper para que no falte nada en el refri o la alacena para los niños, que las horas que antes pasabas manejando en el tráfico transportándolos de un lugar a otro ahora puedes usarlas para relajarte en tu casa. Que el desorden por todos lados ha desaparecido (finalmente) y que para cuando llega el día de ver a tus hijos no tuviste el desgaste de la convivencia diaria y por lo que tanto tú como ellos estarán mejor predispuestos a pasarla bien.
Da tiempo a tus hij@s para que ell@s también asimilen la noticia, reaccionen y encuentren su nuevo lugar. Para ell@s también es un cambio, así que todos necesitan asentarse y re-encontrarse consigo mismos para así poder establecer la nueva forma en que se relacionarán entre todos.
El universo siempre es perfecto. Aunque suene a enseñanza new age, en realidad sí lo es. Si prestas atención te darás cuenta que en muchos acontecimientos de nuestra vida hay una sincronía que al final acaba arreglándolo todo. Lejos de ser el fin del mundo, esta nueva situación puede convertirse en una oportunidad de dedicarte tiempo a ti mism@ ahora que tus hij@s no viven contigo. Este puede ser el inicio de una nueva y gratificante etapa en tu vida.
Vivir solo no es el fin del mundo. Por el contrario, vivir a tu propio ritmo puede llegar a ser realmente placentero.
Afortunadamente yo veo a mis hijos al menos una vez a la semana, a veces más, y me siento satisfecha de lo que hice como madre, puesto que mis acciones nunca fueron malintencionadas. Tuve muchos errores, claro, entre ellos dedicar demasiado tiempo a la búsqueda de una pareja que nunca acaba por quedarse o convencerme, o haber jugado poco con ellos o haberles dicho algunas verdades de forma demasiado cruda.
Pero siempre me quedará la satisfacción de haberlos amado, y seguir amándolos, con todo mi corazón, de haber gastado en ellos la mayor parte de mis ingresos y haberme esforzado para ganar más dinero para ellos, de haber formado dos personas con horizontes amplios gracias, entre otras cosas, a los viajes y la cultura, de haber creído en ellos y en su misión en este mundo, de intentar entenderlos en todo momento y de ser su amiga.
Por corta que la convivencia haya sido, la relación entre un padre/madre y un hij@ es entrañable, insustituible, eterna. Así que no tengas miedo, la balanza de la vida nunca se equivoca. Junto con tus errores, tus buenas acciones también serán tomadas en cuenta y reverberarán en ellos por siempre.
Y la lección que te da un hijo/una hija, de amarl@ por sobre ti mismo y sobre todas las cosas, es quizá la experiencia más valiosa de la paternidad/maternidad y una de las más trascendentes de la vida, puesto que con su vida siembras semillas para el futuro no solo de tu descendencia, sino de la humanidad.
Si crees que hay algo en la relación con tus hijos que debas modificar, hazlo. Más vale tarde que nunca. No los juzgues, tampoco los orilles a escoger entre tú y tu ex pareja. Déjalos ser y expresarse. Escúchalos. Acéptalos. Nunca desestimes sus ideas o sueños. Al contrario, aliéntalos y enséñalos a creer en sí mismos. No impongas tus ideas, temores o prejuicios en ellos, permite que ellos formulen sus propias definiciones.
Tampoco les des al instante todo lo que lo piden, puesto que ello impide que desarrollen tolerancia a la frustración,que es un componente inevitable de la vida a menos que ya seas budista iluminado :).
Tu ejemplo siempre hablará más fuerte que tus palabras.
Ten paciencia y trata de ser comprensivo y tolerante con ellos.
Cuanto más aceptados y escuchados se sientan, más querrán compartir contigo.
Pase lo que pase, SIEMPRE serán tus hij@s.
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En mi caso yo tuve la fortuna de vivir con mis hijos 17 años, aunque como hija nunca conviví con mi padre, así que ahora como adulta no hay lugar para él en mi vida. No por soberbia, sino porque es un desconocido que, además, sólo le interesa hablar de sí mismo y compartir sus ideas y conclusiones místicas en lugar de interesarse por conocer quién es su hija. No lo juzgo; tuvo una infancia tan dura que todo lo que vino después en su vida es una consecuencia natural de aquella terrible historia.