Como una apasionada de la cultura árabe, he visto al menos 50 películas que se asoman por una u otra ventana al territorio conocido como el «mundo árabe».
Sin embargo, de entre todas ellas la «trilogía del desierto» del director tunecino Nacer Khemir es la que, considero, mejor refleja el esplendor del mundo árabe en toda su belleza. Cine lírico de imágenes tejidas por un artista producto de una niñez llena de cuentos de «Las mil y una noches».
Aunque en un principio Khemir pensó en ser pintor y escultor, afortunadamente optó por la dirección cinematográfica. Sus películas son un absoluto deleite visual que lleva al espectador a lugares mágicos perdidos en medio del desierto que sirven de escenario a historias contenidas dentro de otras, son también un placer auditivo por su fabulosa música e incluso tienen un mensaje espiritual basado en la sabiduría sufí universal. A manera de ejemplo: «Quien está en paz consigo mismo nunca pierde su camino» o «Cada quien usa su don más preciado para encontrar su camino».
En el cine de Khemir también destaca la presencia de personajes infantiles principales que suman candidez a las historias.
Su opera prima fue «L’Histoire du pays du Bon Dieu», filmada en su ciudad natal (Korba). Aunque en ella el desierto ya desempeñaba un papel adicional de ser la locación, fue en sus obras posteriores que se convirtió en un personaje en sí mismo.
Su primer largometraje, estrenado en 1984, fue «Les Baliseurs du Desert«, dedicado a su abuela, la andaluza. La primera película de la trilogía ganó el Grand Prix en el Festival de Tres Continentes. Cuenta la historia de un maestro que llega a un pueblo encantado en el que varios jóvenes rondan el desierto producto de una misteriosa maldición.
Su segundo largometraje «Le collier perdu de la colombe«, se estrenó en 1991. Trata de un joven calígrafo que va tras el rastro de un libro del cual sólo tiene una página. Obsesionado por conocer todas las expresiones del amor, cree que el libro puede ayudarlo a completar su lista.
La película, que ganó un Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Locarno, está ambientada en Al Andalus, el estado islámico que gobernó parte de España y Portugal de 711 a 1492.
«No es una cuestión de reconstruir un tiempo y lugar dado, sino de reconstruir el reflejo de un jardín olvidado en un anhelo por la paz, tan difícil de proteger de bárbaros y fanatismos destructivos. Al Andalus fue un punto de reunión de muchas culturas, un diálogo viviente de personas y religiones cuyas huellas aún pueden descifrarse en los textos, la música y los jardines (yo agregaría la arquitectura) desde el Atlántico hasta el Mar Rojo. No es una historia de amor andaluza, sino Andalucía como la esencia del amor, mediante sus perfumes, su poesía y sus jardines«, dijo Khemir en una entrevista con Nawara Omarbacha publicada por Typecast Releasing.
La imagen con la que concluye la película es la letra «uau» (و), que en árabe significa «y». Los sufíes la llaman la letra del amor, porque sin ella, nada puede juntarse. Decimos: «el mar y el cielo», «hombre y mujer». La و es el punto de encuentro, por lo tanto, el lugar del amor. También es la letra del viajero, porque junta a las cosas con los seres».
(Por el tiempo de Andalucía y que sea reconstruida, cuyas pilas de escombros y esperanzas inagotables llevamos con nosotros)
No obstante, quizá la película más reconocida del director sea «Bab’Aziz: le prince qui contemplait son âme» (Bab Aziz: El Príncipe que contemplaba su alma), que completa la trilogía.
Dedicada a su padre, Sidi Muhamed Bentaher Al Khemir, cuenta la historia de un anciano derviche que, acompañado de su nieta, se cruza con varios desconocidos en su camino a una reunión sufí a mitad del desierto.
¿Qué significa el desierto para ti?
«Hay un proverbio Tuareg que dice: ‘Hay tierras que están llenas de agua para el bienestar del cuerpo, y tierras que están llenas de arena para el bienestar del alma’. El desierto es un campo literario y de abstracción al mismo tiempo. Es uno de los pocos lugares en donde se encuentran lo infinitamente pequeño, como un grano de arena, con lo infinitamente grande, como el desierto y la inmensidad del cielo en la noche. También es un lugar en el que uno puede percibir con mayor contundencia la inmensidad del Universo. El desierto también evoca al idioma árabe, que lleva en él la memoria de su origen. En cada palabra árabe, hay un poco de arena que fluye. También es una de las principales fuentes de la poesía amorosa árabe. En las tres películas, el desierto es un personaje en sí mismo».
La película se filmó en el desierto central de Irán, cerca de Annarak, y en el desierto tunecino, en Tataouine.
«Fue muy difícil porque a veces la temperatura llegaba a 50 grados. Sólo podíamos trabajar hasta las 10:00 de la mañana,porque después la arena se sobrecalentaba y la luz sobreexponía las imágenes. Las escenas se grababan en una sola toma, porque después de que los actores la pisaban, era imposible recrear la virginidad de la arena«, dice el director.
También se grabó en otras locaciones en Kashan, Yazd, Kerman, Bam (donde tiene lugar la escena final de la reunión de los derviches), Korba y Walad Sultan.
Con esta película, que quizá sea su obra maestra hasta ahora, ganó premios en el Festival Cinematográfico Fajr de Teherán, Irán, y el Festival Muscat de Omán.
¿De dónde tomaste la idea del título de la película?
«Me vino de un hermoso plato pintado en Irán en el siglo XII que lleva la imagen de un príncipe inclinado sobre el agua y la siguiente inscripción: «El príncipe que contemplaba su alma». Pensé que esta imagen era el punto de partida de algo más grande, así que decidimos filmar en varias ciudades iraníes como Kashan, de donde proviene el plato.
Sobre la estructura de la película creo que ayuda al espectador a olvidarse de su propio ego y dejarlo de lado para abrirse a la realidad el mundo. Los personajes cambian pero el tema central es el mismo: el amor en muchas formas. Como dijo el famoso sufi Ibn Arabi: «Mi corazón puede ser pasto para el venado y un convento para los monjes, un templo para los ídolos y una Kaaba para los peregrinos. Es tanto las tablas de la Torah como el Corán. Profesa la religión del amor, a donde vayan sus caravanas. El amor es mi ley y mi fe».
¿Qué es el sufismo?
«Podría decirse que el sufismo es el corazón pulsante del Islam. Es la dimensión esotérica del mensaje islámico, Abou Hassan Al Nouri, un gran sufí, dijo: «El sufismo es la renuncia a todos los placeres egoístas, porque el verdadero amor no puede ser egoísta. También dijo: «un verdadero sufí no tiene posesiones, ni es poseído por nada».
Pese a que el sufismo es el hilo conductor de la película, Khemir dice que la cinta es muy política:
«Voy a explicarlo con esta alegoría: si estuvieras caminando junto a tu padre y se cayera en el lodo, ¿qué harías? Lo ayudarías a levantarse y limpiarías su cara con tu camisa. Mi padre da la cara por el Islam, y yo traté de limpiar la cara del Islam con mi película mostrando una cultura islámica abierta, tolerante y amigable, distinta a la promovida por los medios de comunicación tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. El fundamentalismo y el radicalismo están distorsionando la imagen del Islam. Esta película es un modesto esfuerzo para devolver al Islam su imagen original. Ninguna otra misión parecía más importante que esta».
Sobre la música utilizada en la película, compuesta por Armand Amar, un músico francés que nació en Israel y creció en Marruecos, el director explica: «La voz mística se utiliza tanto en las tradiciones populares como académicas de las culturas árabe, persa y turca. «Baraka» (las bendiciones) surgen de esta voz que arropa y permea a los humanos, los lugares y las cosas. La música suele ir acompañada de danza, como en el caso de los derviches, que bailan con una mano hacia el cielo para recibir la bendición divina, y la otra hacia la tierra, para transmitirla a la audiencia. Estos tipos de música transmiten una vitalidad extraordinaria y una alegría comunicativa desde Asia hasta África, desde el mundo árabe hasta el persa. Garantizan una cohesión que da fe de su unidad y deseo por la vida. Es la imagen del alma que alaba a Dios, múltiple en sus formas y único en su lenguaje: el amor. Es una celebración de la alegría de vivir, en contraposición al deseo fundamentalista de morir».
¿Qué opinas de Oriente y Occidente?
«No hay nada como los jardines para explicar la diferencia entre el Este y el Oeste. El jardín occidental es visible y rodea la casa, mientras que el jardín oriental siempre está oculto en el centro de la casa. Ya sea en El Cairo, Granada, Marrakech o Túnez, la concepción islámica de los jardines siempre prevalece. Un jardín sólo se puede ocultar, porque es un lugar para la contemplación y la meditación, donde la mente se escapa. El propósito del jardín occidental clásico, como lo concibieron Luis XIV o la familia Medici, es dominar el mundo circundante, de allí el uso de líneas de perspectivas que llevan al horizonte. A diferencia del jardín occidental clásico o el jardín paisajista japonés, que fomenta la relajación de pensamiento, el jardín invisible Oriental estimula la contemplación del alma y nuestro interior. No obstante, todos los jardines son producto de grandes tradiciones y culturas, y son necesarios para enriquecer el mundo».
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Links a las películas completas con subtítulos en inglés
http://youtu.be/I1w2zQrxfA0 | http://youtu.be/OZe_DDyMza0 | http://youtu.be/PAjMSH7dQxs
Entrevista con Nacer Khemir en Al Jazeera TV:
Su opera prima «L’Histoire du Pays du Bon Dieu»
(Película completa con audio en francés y subtítulos en inglés)
Fuente: http://www.spiritualityandpractice.com/films/features.php?id=17822.