El Tarot es una enigmática baraja de 78 cartas que durante siglos ha constituido una herramienta para entender los procesos que se presentan en nuestra vida y los caminos por los que podemos optar en un momento dado.
Aunque neófita en el tema (ya que tiene poco tiempo que tuve la fortuna de tomar un curso de tarot en el Centro Jobutsu, en un bosque mágico de Michoacán) no tardé en darme cuenta que las imágenes plasmadas en las 22 cartas conocidas como Arcanos Mayores representaban personajes y escenas que a todos nos ha tocado (o nos tocará) representar a lo largo de nuestra vida.
Cuando nacemos llegamos a este mundo como El Loco (Le Mat), con un pequeño hatillo al hombro que contiene la sabiduría universal. Al estar a nuestras espaldas, tendemos a olvidarnos de ello. Impulsado por un animal azul que bien podría representar el animal desde el cual evolucionamos en nuestro camino hacia convertirnos en humanos, nos lanzamos al mundo con un vara roja en la mano dispuestos a actuar, pero con la mirada puesta en el cielo, del que provenimos.
Cuando niños somos como El Mago (Le Bateleur), llenos de recursos, habilidades y una amplia imaginación, como su sombrero. Inspirados por nuestro creador (representado por la varita azul), no somos más que un “canal materializador” de perlas de acción (representada por la bola amarilla que el mago sostiene en su mano derecha). Inseguros, volteamos hacia un lado, como buscando aprobación.
Al crecer evolucionamos hacia la carta de La Sacerdotisa (La Papesse), un personaje femenino que aunque ávido de conocimiento (por el libro que sostiene en sus manos), continúa envuelto por un velo que, a la vez que le ofrece protección, limita su perspectiva y visión. Quizá es una niña en proceso de maduración, como el huevo que aparece en el costado derecho de la carta.
La niña crece y se convierte en La Emperatriz (Limperatrice), una mujer que aparece cómodamente sentada en su trono pero requiere un escudo para protegerse. Su cetro quizá representa la juventud y belleza de la que podemos alardear en la adolescencia. La mujer que aparece en esta carta se atreve a mirar discretamente hacia el futuro, como haría una joven con moderada confianza en sí misma.
De una mujer pasamos a un hombre: El Emperador (L’Empereur). Eso me hace preguntarme. ¿Será que al reencarnar necesariamente pasamos de un sexo al otro? Sería lógico pensar que para evolucionar es necesario tener vivencias tanto femeninas como masculinas. El emperador ve una menor necesidad de defenderse, por lo que deja su escudo a un lado. Mira fijamente a su cetro (sus logros) con cierta satisfacción, como haría un joven triunfador.
En la línea del ciclo vital sigue El Papa (Le Pape). Es curioso que en el caso de los personajes femeninos aparece primero la papisa y luego la emperatriz, mientras que en el caso de los personajes masculinos aparece primero el emperador y luego el papa. ¿Será esto un indicio de que la evolución de las mujeres va de lo divino a lo mundano, mientras que los hombres necesariamente deben experimentar lo mundano para poder acercarse a lo divino? El papa reparte bendiciones con un aire de autoridad.
Con el número VI llegan Los Enamorados (Lamovrevx), ese nudo en el que se junta lo masculino con lo femenino. Un hombre flechado por cupido mira con recelo a un segundo personaje que lo sostiene del hombro. Al otro lado, una mujer de mirada dulce lo abraza. ¿Acaso representa esta carta el momento en que decidimos formar nuestra propia familia? ¿Acaso en el amor los conflictos y las elecciones son inevitables? Para mí la unión con una pareja es un paso indispensable en la evolución humana. Esa pareja necesariamente debe ser del sexo opuesto, ya que es imposible que alguien de nuestro mismo sexo sea nuestro completo natural. Un detalle interesante es la expresión corporal de la pareja: el personaje masculino denota una actitud territorialista al colocar su mano bajo el vientre de la mujer, mientras que el personaje femenino intenta demostrar que ese hombre es “suyo” al posar la mano sobre su pecho, a la altura del corazón.
Con el amor resuelto nos subimos a El Carro (Le Chariot) para seguir explorando el mundo. Un personaje ataviado con símbolos duales (una luna sonriente en el hombro derecho, una luna triste en el izquierdo) y un cetro en la mano es tirado por dos caballos. Confiados, nada detiene nuestro viaje.
En la carta número VIII se hace Justicia (La Justice). Una mujer sostiene una espada en una mano y una balanza en la otra. Es la primera carta que nos mira de frente. Quizá este es el primer momento en el que tenemos un justo balance de quienes somos y, con la perspectiva que nos da el camino andado, podemos hacernos una idea más o menos justa de quiénes son los demás. Esta carta bien podría representar la madurez que suele llegar con los treinta.
Con todo lo aprendido llega el momento en el que buscamos un poco de soledad. El Ermitaño (L’Hermite) sostiene en una mano un candil, que bien podría representar la reflexión que hacemos en aislamiento. Quizá sea este el punto en el que nos cuestionamos si el camino que hemos seguido ha sido el correcto, si avanzamos en la dirección que realmente deseamos.
Es entonces cuando la vida, perfecta como es, da un giro a nuestro destino. Eso es lo que representa la carta X de la Rueda de la Fortuna (La Rove de Fortvne). Para poder apreciar lo arriba que hemos llegado, no hay nada mejor que verlo desde bien abajo, del mismo modo que el mejor aliciente para saber a lo que aspiramos es fijar nuestra vista bien arriba. Conozco a más de un amig@ (yo incluida) que al acercarse a los 40 “sufrió” un cambio radical. Es entonces cuando resulta muy útil tener presente el principio budista de impermanencia: nada es estático e inmutable; todo está en constante movimiento y evolución.
Para salir de esa “crisis”, provocada por el giro de la rueda de la fortuna, no nos queda más que La Fuerza (La Force) y poner en práctica todo lo aprendido para superar el bache y continuar nuestro camino.
De pronto nos sentimos con las manos atadas y con nuestro entorno “patas pa arriba”, nos cuestionamos de arriba a abajo y nos replanteamos hasta nuestras creencias más arraigadas. La ventaja de ese cambio radical es la nueva perspectiva que nos da, representada por la carta de El Colgado (Le Pendu).
Es entonces cuando aparece el arcano sin nombre XIII, un esqueleto que sujeta una guadaña. En el piso se ven cabezas, manos y pies. Esa es la oportunidad perfecta de hacer una limpieza en nuestra vida y renovarnos. Morir para renacer transformados.
Tras la tempestad, llega la calma con alas de ángel de La Templaza (Temperance), un personaje femenino con una flor roja de eminente acción en su frente. Es el momento de hacer un balance ecuánime de nuestra vida.
En la carta número XV llega El Diablo (Le Diable). Con el cinismo que surge de la experiencia vemos al mundo de frente una vez más para presentarnos tal como somos, con nuestro lado seductor pero también con nuestros defectos, con nuestros trucos dominados.
Es así como dejamos el miedo atrás y somos capaces de lanzarnos al vacío desde una torre que explota en algarabía, para mí una representación del abandono del ego, las máscaras. De la cúspide de la Casa de Dios (La Maison Diev) brota entonces un maná multicolor que en la siguiente carta germina en estrellas.
Sobre una mujer desnuda cae una lluvia de bendiciones celestres — Estrellas (Letoille). El personaje vierte un líquido con ambas manos, quizá desprendiéndose de lo que tiene y es, ya sea como un acto de transmutación en el que se deshace de la carga innecesaria, o de generosidad magnánima al dar a manos llenas al río de la vida. No hay que olvidar que Carl Sagan decía que no somos más que polvo de estrella.
A las estrellas las acompaña La Luna (La Lune) y su misterio. Quizá la luna representa el recuento que hacemos al final de la vida de nuestros actos más oscuros e incomprensibles, de nuestros remordimientos y arrepentimientos. No obstante, cabe recordar que la luna debe su brillo a la luz que proyecta un astro más poderoso:
El Sol (Le Soleil). Representa todo lo luminoso en nuestras vidas, nuestros actos bondadosos. En la carta XVIIII aparecen dos personajes, uno a la izquierda con una mirada confusa y perdida y uno sonriente a la derecha, que bien podría ser el ángel que Dios nos envía al final de nuestro recorrido para guiarnos hacia su presencia y ser juzgados.
No hay nada que temer, puesto que en El Juicio (Le Jugement) sólo cosechamos el karma sembrado a lo largo de nuestra vida con nuestras acciones, pensamientos y palabras. Cuenta todo lo “malo” que hicimos, pero también todo lo “bueno”; luna y sol son complementarios.
Al perder el cuerpo físico volvemos a El Mundo (Le Monde), regresamos a formar parte del todo y recordamos que somos una parte intrínseca del universo, insignificantes e infinitos a la vez.
CORRESPONDENCIAS
Por otro lado, al colocar las cartas en dos filas de 11 se observan interesantes correspondencias:
* El Loco – La Fuerza
Es haciendo uso de la sabiduría original de el loco que podemos fortalecernos para hacer frente a la adversidad, de la misma manera que para avanzar, el loco requiere de la determinación de la fuerza.
* El Mago – El Colgado
Es recordando el ingenio del mago que podemos salir de la prueba que representa el colgado, de la misma manera que para crear, el mago sólo necesita verlo todo desde una perspectiva distinta, como el colgado.
* La Papisa – La Muerte
Es volviendo al libreto de conocimiento original como podemos renovar nuestra vida, e igualmente la única forma en la que la papisa puede ver más allá del velo que la protege es renovando sus creencias y abriéndose a nuevas experiencias.
* La Emperatriz – La Templanza
Es con ecuanimidad como la emperatriz puede regir mejor su vida, de la misma forma que la templanza debe recordar su poder original para poder equilibrarse.
* El Emperador – El Diablo
Es con el ingenio del diablo que el emperador puede conservar su reino, y a la vez, debe servirle de advertencia para no desviar todas sus energías al hedonismo. De igual manera, el diablo debe recordar que sólo el control virtuoso de sí mismo representado por el emperador le permite encontrar el equilibro.
* El Papa – La Casa de Dios
Es curioso que la contraparte de la carta del papa sea la expulsión (o salida voluntaria) de la casa de Dios. En pleno pantano crecen las flores de loto. Para entender a Dios hay que zambullirse de cabeza en su creación. Es en la celebración de la vida en donde encontramos lo divino, y de igual forma debemos tener siempre presente que fue Dios quien nos puso aquí.
* Los Enamorados – La Estrella
Sin duda el amor es una bendición celestial, la mayor quizá, de la misma manera que nuestra estrella se encuentra en nuestra pareja. Dice una historia que un ángel preguntó a Dios una vez: ¿Por qué diste a los humanos sólo un ala a cada uno si a mí me diste dos? Dios respondió: es que para que ellos puedan llegar a mí deben tomarse de la mano con otro para formar el par de alas. Es por ello que tú ángel, aunque puedes volar a mi lado en cualquier momento que lo desees, estás destinado a la soledad, mientras que a los humanos les dí el regalo de la pareja para llegar a mí.
* El Carro – La Luna
Es subidos en un carro como podemos emprender viajes hacia lo desconocido, de la misma manera que la luna representa lo que aún no nos ha sido revelado y sólo se iluminará para nosotros al explorar nuevos horizontes.
* La Justicia – El Sol
Nuestras acciones luminosas son necesariamente justas, de la misma manera que al hacer justicia, debemos siempre permitir que la luz ilumine nuestra balanza.
* El Ermitaño – El Juicio
Es en solitario como mejor podemos juzgar el camino que hemos recorrido, e igualmente al ser juzgados, es cuando nuestro verdadero yo ermitaño es revelado.
* La Rueda de la Fortuna – El Mundo
Los giros del destino nos abren las puertas a nuevos mundos, y de manera recíproca, es en el mundo en donde se manifiesta el ciclo de reencarnaciones del Samsara. La llave del mundo es la rueda del Dharma.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Dedicado a mi hija, a mi maestro Javiero, a mis compañeros del curso Tarot Vivencial, a Alejandro Jodorowsky y a todos aquellos que han descubierto que el tarot es, ante todo, una herramienta de autoconocimiento.
Muy aclaratorio e interesante.
Gracias.
Hablo del tarot de Camoin, no de la baraja española 🙂